375 gr. harina de repostería
7'5 gr. levadura química
125 gr. azúcar
120 gr. aceite de oliva suave o girasol
1 cucharada de azúcar avainillado o esencia de vainilla
1 huevo
1 pizca de sal
leche (cantidad necesaria)
Procedimiento
Con estas cantidades nos da para unas 30 galletas aproximadamente.
Empezaremos poniendo en un bol la harina, la levadura y la sal, previamente tamizadas. Lo mezclamos todo bien y reservamos.
En otro bol pondremos el azúcar, el azúcar avainillado (o la esencia) , el huevo y el aceite, y lo batiremos hasta conseguir una masa homogénea.
Añadimos esta mezcla al bol de la harina y amasamos, incorporando la leche que necesitemos hasta conseguir que la masa inicial pase de tener aspecto de miga a que estén todos los ingredientes completamente integrados, y la masa se despegue de las paredes del recipiente (serían unas 2 ó 3 cucharadas). Cuando consigamos este punto en la masa, la dejaremos reposar media hora.
Estiramos la masa con ayuda de un rodillo. Es una masa muy manejable y no se pega nada, así que no es necesario añadir harina. Yo la dividí en dos por comodidad. Encendemos el horno a 180° y vamos haciendo las galletas con los moldes, cortantes que tengamos y las iremos depositando sobre la bandeja de horno, previamente aceitada para que no se nos peguen.
Antes de meter las galletas las pintamos con leche y azúcar.
Las pondremos hasta que empiecen a dorarse, unos 15 minutos (depende del horno). Y así, hasta que se nos acabe la masa. Cuando las saquemos, las iremos dejando sobre una rejilla para que se enfríen.
¡Un desayuno y/o merienda genial!
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